—Era muy inteligente, pero no había podido sacarle provecho más allá de ser un asalariado. Sabía muchas cosas: matemáticas, álgebra, estadística, geometría. No había rama numérica que no dominara, siguió trabajando para los demás, hasta que un día llegó la idea.

—¿Qué pasó?

—Los sorteos de la Lotería Nacional tenían un comportamiento poco probable. Los números que salían en «Los animalitos» se repetían luego de varias semanas; lo mismo ocurría en «El sopetón», «El rebusque» y todos los sorteos nacionales. No era posible que nadie lo hubiera notado, entonces, después de introducir las cifras que habían salido en los últimos años, la hoja de cálculo predijo el evento.

—¿Cuál?

—En algún momento, entre el 20 y el 25 de julio de 2023, los números 113, 131, 199, 311, 337, 373, 733, 919 y 991 iban a salir con diferencia de uno o dos días. La casa, el auto, los muebles, todo lo vendió. Había decidido quemar las naves con tal de no ser nunca más un oficinista. Entonces, el dinero fue a dar a las arcas de la Lotería Nacional, mientras que en el bolsillo descansaban los tickets con los números malditos.

—¿Y después?

—Los primeros tres días, nada, pero el 23 de julio salió una de las combinaciones. De la noche a la mañana, el tipo que envejecía detrás de un escritorio se hizo millonario. Por si fuera poco, el 24 de julio volvió a ganar.

—¿Es en serio?

—Sí, pero no había tomado en cuenta algo terrible: la ambición de la gente. Primero fue un mensaje de texto, luego una llamada. Los días pasaron y con ellos llegaron más amenazas. La mafia también quería la fórmula secreta, pero, por desgracia, en la Lotería Nacional se dieron cuenta de la falla del algoritmo y modificaron la semilla aleatoria del sorteo. La fórmula había funcionado, pero con este cambio, nunca más. La fortuna se convirtió en persecución y el hombre se fue sumergiendo en la oscuridad, en la locura. La persona que dedicó su vida al estudio de las cifras y que de un día a otro se hizo rico, se convirtió en un orate, en un desgraciado. La idea que había tenido propició su derrumbe.

Una mujer se acerca a la ventana del restaurante y pide unas monedas. Los hombres le dan algunos billetes y la pordiosera agradece dejando ver su dentadura amarillenta. La mujer se aleja y se sienta al lado de un borracho, los dos sintechos se abrazan y comparten un mendrugo. Los comensales continúan su conversación.

—¿Y qué pasó con el loco?

—Nunca más se supo de él. Creo que murió.

Un perro se acerca a los mendigos y le dan un pedazo de pan. El hombre toma una piedra y traza un triángulo en la acera.

Al rato comienza a recitar el teorema de Pitágoras.

San Antonio de Escazú, 17 de marzo de 2023

Imagen de Alejandro GarayPixabay