El tenebroso entra en la fonda y llega a la mesa. El calor saca de quicio a los pasajeros del tranvía de Maracaibo; el Padre Morales observa al recién llegado.

—Soy la persona que estaba esperando —dice el invitado—. Conozco sus deseos, aunque no tengo claro su interés. ¿Sabe que mis servicios se pagan en la eternidad?

—He escuchado de usted desde mi infancia —responde el sacerdote—. Sé lo suficiente.

—Reyes, guerreros y comerciantes han usado mis favores. Todo tiene un precio, ¿qué tal el suplicio luego de obtener el poder? ¿El sufrimiento perenne después de disfrutar de las bajas pasiones? No hay ningún placer, imperio o armisticio que no haya controlado ¿Por qué el hombre piensa que es el amo del universo? ¡Yo soy el amo!

—Es un poco impactante su presentación. Ojalá sus palabras sean tan violentas como las acciones que exijo. Hay monstruos que acechan a los niños y mis oraciones no han vencido a estos demonios. Espero que no tome de manera personal esta definición.

—La iglesia siempre nos ha llamado así; puedo acabar con ellos, pero el precio es alto. ¿Por qué alguien se vende a cambio de la tranquilidad de los demás?

—Busco la expiación.

—¿Expiación? No he podido hurgar su alma, pese a eso, tengo que recordarle que los tratos de la Tierra son inapelables.

—Haga lo que deba hacer y mañana a esta misma hora nos veremos.

—Sabré qué tan duro es usted.

El religioso toma su sombrero y sale del lugar. El convidado desaparece dejando un rastro de cenizas; los comensales se persignan.

En la noche, los niños lloran porque la hora del pánico está cerca. Cuando los monstruos están frente a la puerta de madera, un alarido retumba en la oscuridad.

Un dragón devora a los engendros. Después, toma la forma de un reptil volador, y, a dentelladas, despedaza a los seres que huyen.

Al amanecer, la gente observa los restos de la masacre. El párroco convoca una reunión de emergencia y, en la noche, purificará el sitio de la contienda.

Los rayos del sol calientan las piedras, y, a media mañana, Morales llega a la fonda. Al rato, alguien aparece.

—Vengo por lo mío —dice el tenebroso—. Fue una pelea interesante, y ya no tendrá de qué preocuparse.

—Gracias —replica Morales—. Y sí, soy duro, más de lo que la gente cree. Escudriñe mi ser, ahora.

El demonio tiene la puerta abierta para conocer los secretos del hombre que vendió su alma. Al hacerlo, suda, desaparece su recio carácter. El religioso lo mira a los ojos.

—Los pactos se respetan en el cielo y en el infierno —responde el hombre—. ¿Todavía la quiere?

El ser del averno respira, agitado; no habla ni hace gestos. Pone los codos sobre las rodillas y la cabeza entre las manos. Ha aprendido que hay almas que acabarían con el infierno.

Los comensales no saben lo que ocurrió aquel día de marzo de 1822.


San Antonio de Escazú, 1 de Julio de 2022 – 2 de agosto de 2023

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