—Mi nombre es Mefisto, El Mago —dijo el hombre vestido de frac y sombrero de copa—. Por 120 años he habitado sus tierras. ¡Lean las crónicas! ¡Verán que no miento!

Luego de una explosión, aparece detrás del público. Los campesinos corren despavoridos y se pierden tras los sembradíos de centeno, mientras el hombre ríe y sacude las cenizas de su traje.

La leyenda aumenta en el centro de Europa. Muchos lo tildan de brujo, unos de sabio, otros de charlatán. Al tiempo, los campos pierden sus mieses. Los creyentes piensan que es un castigo de Dios, los paganos dicen que es la falta de agua, los supersticiosos aseguran que la tierra está maldita. Temerosos, los aldeanos acuden al mago, quien escucha los argumentos y ve una oportunidad en la ignorancia de los pobladores.

—Vengan mañana. ¡Deben venir trescientas treinta y tres personas y cada una traerá una moneda de oro! —grita el charlatán.

El timador prepara la huida porque sabe que se trata de un mal año para las cosechas. Se hará rico en un solo día y nunca más sabrán de él.

La gente va a sus casas, amanece y el charlatán ordena quemar los campos.

—¡Este es el milagro que les he prometido! —clama Mefisto luego de guardar las monedas—. Verán que en un año, todo seguirá su cauce.

El fuego arrasa los campos, en la noche, de las llamas salen fantasmas, dragones y engendros del infierno que persiguen a los habitantes. El mago escapa en medio de la tribulación.

Al año, los campos lucen sus brotes. La maldición ha cesado. El pueblo cuenta la historia por generaciones. En el año 2023, aún se habla de «La leyenda del mago».

La proyección termina y un alumno apaga el proyector.

—Los milagros no existen —dice el profesor Canguelo—. La superstición y la falta de evidencias, sí.

—Maestro, tantas personas no pudieron ver fantasmas ni apariciones.

—Nadie dijo que se equivocaron. ¡Todos tenían la razón!

—Entonces, los milagros sí existen.

—«Claviceps purpurea» fue lo que ocurrió en aquel tiempo. El hongo, mejor conocido como el cornezuelo del centeno, puede afectar los neurotransmisores. ¿Han comido pan de centeno? Aquellos campesinos, con seguridad, ¡Ahí tienen sus demonios!

—Y claro… al quemar los sembradíos…

—Así es, todo volvería… a su cauce.


San Antonio de Escazú, 21 de abril de 2023.
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