—Hay que quemar todo, es la única forma que tengo para llegar al poder. ¡Incendiar, destruir, aniquilar, acabar! ¡Muera la oligarquía! ¡Ya son suficientes 500 años de miseria! ¡Yo, El Mico, soy el pueblo!

El caos se apodera del país; motines, ataques a la propiedad privada e incendios a los bienes del Estado se convierten en el menú del día. Los seguidores pasan de ser cientos a miles. El pueblo ruge y aniquila, sigue al líder. Las inversiones cesan y más pronto que tarde El Mico, el revolucionario, llega al poder; endeuda al país, confisca las empresas y las entrega a los «representantes del pueblo», que en realidad son sus amigos y familiares. El gobierno se apodera de los bancos y quienes apoyan el proceso claman por la justicia y la libertad que les han robado durante cinco siglos. Con el dinero de las arcas públicas y de los ahorristas, los semidioses gobernantes regalan comida, casas y todo lo que se les antoje.

—¡Si algo llegara a pasarme, una llamarada celestial hará justicia! Los enemigos nunca descansarán hasta verme derrotado —dice El Mico en una entrevista.

Los seguidores, frenéticos, claman por su amado líder, el predestinado por la naturaleza, la irreverencia en forma de dios humano. Los años pasan y llega la ruina, los gobernantes, obesos como marranos y con fortunas que no podrán gastar en un millón de años, huyen. «Fue una jugarreta de los enemigos, el pueblo unido, jamás será vencido», grita desde su casa en la Costa Azul, El Mico, cuyos mofletes no caben en los monitores de televisión.

Contra todo pronóstico, hay elecciones y el bando opositor triunfa. Los revolucionarios claman fraude. Luego de refriegas en las calles, El Consejo toma posesión. Al ver el estado caótico de la nación, ordena aclarar las cuentas, devolver las empresas a sus dueños, eliminar ministerios, subir impuestos y derogar la constitución moldeada por y para El Mico.

Pasados algunos años, el país logra recuperarse, aunque la moneda nacional ha perdido su estabilidad. La gente, acostumbrada a mendigar, se rebela. Protesta por bolsas de comida y becas para los delincuentes. Los voceros del gobierno dicen que son medidas duras, pero necesarias. Regresa el caos y, en medio de la tribulación, El Consejo y sus colaboradores son perseguidos.

—¡Venceremos! He abandonado mi casa, donde reflexionaba sobre el bienestar del pueblo, para dirigir de nuevo al país —clama El Mico al bajar de un helicóptero que aterriza en el jardín del palacio presidencial. Enseguida ordena la confiscación de empresas y la eliminación del Banco Central de la República de Bananistán.

La gente, en medio del caos, celebra porque sabe que pronto atenderán todos sus caprichos, al menos por algún tiempo. En la alta atmósfera se detectan varios objetos no identificados que escapan de la Tierra.

—Es una raza condenada a la destrucción. Volveremos en 150 años terrestres, cuando se hayan matado entre todos —se escucha decir al líder del planeta Strobos.

San Antonio de Escazú, 14 de abril de 2023.
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