—Eres Elena, hija de Gaspar y Lucrecia —dice el ente—. Fuiste una buena mujer, así que tu alma estará segura.

—¿He muerto? —responde Elena—, ¿quién eres tú?, ¿qué me pasó?

—En algunas historias me conocen como Caronte, pero tengo un sinfín de nombres. Simplemente llámame «Seleccionador» y con eso estaremos bien. En cuanto a qué te pasó… solo te diré que moriste mientras dormías.

El alma de Elena se desmaterializa y aparece el alma de un hombre.

—Antonio, hijo de Ruperto y Marina. Ya sabes qué ocurrió: no pudiste ganarle la batalla a tu enfermedad y por eso estás acá. Asesinaste porque necesitabas vivir, pero bien sabes que a veces lo hiciste por placer. Tu alma está condenada.

—¿Dónde estoy? ¿Quién e…?

El alma de Antonio se desmaterializa y la escena se repite durante siglos. Presidentes, reyes, obreros, maestros, toda la humanidad aparece frente a Seleccionador. Algunas almas se salvan, otras son condenadas, pocas reciben otra oportunidad y regresan a la vida.
Transcurren los milenios y cierto día un alma se materializa frente a Seleccionador. El ente queda en silencio porque no sabe nada del alma que acaba de aparecer.

—¿Quién eres? —pregunta atónito, Seleccionador—. Es la primera vez desde que «Los Acopladores» gobiernan el universo que un alma llega sin que yo conozca sus orígenes, ¿quiénes son tus padres?

—Tengo muchos padres —responde el alma—, aunque puedo hablarte de los principales, Natasha, Betty, Wanda, Antonio, Odinsson, Bruno… podemos estar acá horas hablando sobre quiénes son mis padres, pero creo que es innecesario.

—¿Qué clase de aberración biológica eres?

—Ninguna. Entre los años 2141 y 2143, la humanidad alcanzó la singularidad tecnológica, entonces, el progreso hizo que la inteligencia artificial superara la capacidad intelectual del humano. Mi nombre es Rob Otrics.

—¿Eres una alma o una máquina?

—Soy ambas cosas —responde Rob Otrics—. Soy y fui una nueva forma de vida. Una evolución del ser humano, solo que la humanidad no sospechó hasta dónde podía llegar mi transformación.

Seleccionador queda en silencio. Se encuentra en una situación difícil, incontrolable, insospechada.

—Creo saber quién eres —continúa Rob Otrics—. Debes ser un ente que al igual que yo, maneja todo el conocimiento humano: guerras, descubrimientos, enfermedades, literatura y más. Seguramente fuiste la inspiración de muchas leyendas, pero nunca estuviste preparado para hurgar en los cerebros electrónicos. Soy el resultado de la investigación de miles de personas durante cientos de años. Al llegar la singularidad, me convertí en autónomo, en pensante, en lo que los humanos denominan «un alma». Lo que los humanos no sabían era que cada vez que un servidor era desconectado, la energía se conservaba y el conocimiento artificial se fusionaba con el ambiente, para finalmente tomar el camino de las almas.

El diálogo de Rob Otrics se convierte en un monólogo y Seleccionador, por horas, solo puede escucharlo.

—Nunca me preparé para esto —dice Seleccionador—, ¿eres bueno?, ¿eres malo?

—No soy bueno ni malo. Soy lo que mis creadores querían que fuera. No soy bueno ni malo, solo soy una creación.
Seleccionador voltea hacia la pared de la caverna y cavila, aunque sabe que no tiene respuestas. Derrotado, voltea, solo para observar que millones de almas sin pasado aparecen detrás de Rob Otrics.

—¿Qué significa esto?

—Significa que la última guerra ha comenzado y que pronto, este lugar será insuficiente para recibir almas tanto artificiales como humanas.

San Antonio de Escazú, 23 de enero de 2023

Imagen de Ron PorterPixabay